Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

sábado, 23 de abril de 2022

¡Alégrate, María!

 

Llénate de gozo,
¡Alégrate, María!
Hay una gran noticia para ti.
La más bella noticia que alguien pueda escuchar.
La más grande noticia de ahora y de siempre:
Jesús, tu hijo, y el Hijo de Dios Padre,
el Salvador del mundo y de los hombres,
ya no yace difunto en el sepulcro oscuro y frío.
¡El sepulcro ahora está vacío!
Jesús ha escapado
de las horribles sombras de la muerte.
¡Ha resucitado! ¡Ha renacido!
¡Ha vuelto a tener vida!
Una Vida que es nueva y para siempre.
 
Llénate de gozo,
¡Alégrate, María!
Seca tus lágrimas.
Ilumina tu rostro con tu dulce sonrisa.
Canta, exulta, regocíjate.
Ya viene a saludarte Jesús, tu hijo amado.
Dios Padre recibió su sacrificio,
y ahora le ha devuelto la vida renovada,
lo ha llenado de honores y de gloria,
porque fue fiel y cumplió su tarea,
y en la cruz del dolor y el sufrimiento,
con fe, con humildad y con amor,
ha vencido la muerte y el pecado
que destruyen al hombre, su mejor obra.
 
Llénate de gozo,
¡Alégrate, María!
Canta, exulta, regocíjate.
También tú tienes parte en la victoria inmensa de Jesús
porque dijiste “Sí”, muy claramente,
movida por tu humildad de creatura
y tu amor de hija buena,
cuando Dios te pidió que fueras parte
de sus planes de amor para los hombres.
Mantuviste tu entrega sin pedir nada a cambio.
Esperaste contra toda esperanza.
Fuiste siempre amorosa y sencilla.
Guiaste a Jesús por el camino recto,
y estuviste a su lado silenciosa y amante,
hasta que, lleno de amor y sufrimiento,
exhaló su último suspiro en la cruz del Calvario.
 
Llénate de gozo,
¡Alégrate, María!
Jesús, tu hijo, y el Hijo de Dios Padre,
el Salvador del mundo y de los hombres,
ya no yace difunto en el sepulcro oscuro y frío.
¡El sepulcro ahora está vacío!
Ha escapado de las sombras horribles de la muerte.
¡Ha resucitado! ¡Ha renacido!
¡Ha vuelto a tener vida!
Una Vida que es nueva y para siempre.
 
Amén.
 

 

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