En una ocasión atravesaba un momento muy difícil para mí. Sabía que no tendría las fuerzas para enfrentarlo. Me superaba. Y la verdad, nunca he sido tan valiente. Entonces busqué una solución.
Qué podía hacer? Fui una madrugada a ver a Jesús en una capilla de Adoración Perpetua en Panamá, en la iglesia de Santa Eduviges. Puedes llegar a cualquier hora 24/7 y estar con Jesús. Hablas con Él. Lo acompañas. Es un lugar precioso.
Le pregunté a Jesús que debía hacer para fortalecer mi espíritu u superar esta situación. “Sé que las respuestas están en las Sagradas Escrituras, busco en la Biblia, pero no las encuentro. Ayúdame!”. En ese momento pasó.
Lo primero que recordé fue este versículo de Santiago 5: “¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece.” “Bueno” me dije, “allí ya hay algo práctico”. Debo rezar más. Luego vino algo más poderoso.
“La oración hecha con fe salvará al que no puede levantarse; el Señor hará que se levante;” esto me dejó sin palabras. La clave de este asunto era la oración. Y esto que rezamos tan poco al desesperarnos. Las soluciones toman tiempo y hay que perseverar
Entonces llegó lo mejor: “recen unos por otros para que sean sanados. La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante.” Sabiendo esto le pedí a mis amigos que rezaran por mí. Pude comprobar el efecto benéfico de la oración de intercesión
Lo viví en carne propia y salí adelante. Ahora cuando alguien me escribe con estas palabras: “Por favor recé por mí”, recuerdo lo que viví y gustoso rezo por sus intenciones pidiendo a Dios que le fortalezca y ayude. Dios es bueno.
Autor Católico
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