El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa. Recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, no como un rey de poder y ejércitos, sino montado humildemente en un burro, recibido con palmas y cantos por una multitud que, sin saberlo, presenciaba el comienzo de la mayor muestra de amor y entrega.
Este día no solo celebra un hecho histórico; nos invita a mirar hacia adentro. Nos recuerda que la verdadera grandeza nace de la humildad, que el verdadero liderazgo se basa en el servicio, y que la esperanza no muere aunque el camino se vuelva oscuro.
Para los jóvenes de hoy, el mensaje de Jesús es claro:
Aunque el mundo te empuje a correr detrás del éxito superficial, el valor está en construir con esfuerzo, en elegir el bien aun cuando cueste, y en no dejarse apagar por la indiferencia. Jesús entró a Jerusalén sabiendo que iba hacia el sacrificio, pero con la convicción de que el amor transforma, redime y resucita.
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