En solo siete días, el cielo tocó la tierra y la historia del mundo dio un giro eterno.
𝐃𝐨𝐦𝐢𝐧𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐑𝐚𝐦𝐨𝐬: Jesús entra en Jerusalén entre aclamaciones. Es recibido como rey, pero no con poder terrenal, sino con humildad. Un burro en lugar de un trono, ramas en vez de espadas. Así comienza la semana de la redención.
𝐉𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨: El amor se arrodilla. Jesús se hace siervo y lava los pies de sus discípulos. Parte el pan y ofrece el cáliz, anticipando el sacrificio más grande: su cuerpo y su sangre entregados por amor.
𝐕𝐢𝐞𝐫𝐧𝐞𝐬 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨: El silencio del cielo. El Inocente es condenado. La cruz, instrumento de muerte, se convierte en puente hacia la vida. Todo parece perdido, pero es el momento en que el amor alcanza su máxima expresión.
𝐒𝐚𝐛𝐚𝐝𝐨 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨: El día del gran silencio. Todo parece detenido, pero en lo oculto, Dios está obrando. La esperanza espera, y la fe se prueba en el silencio de la tumba.
𝐃𝐨𝐦𝐢𝐧𝐠𝐨 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐮𝐫𝐫𝐞𝐜𝐜𝐢𝐨𝐧: !La vida vence! La piedra está removida, el sepulcro vacío. Jesús ha resucitado. La muerte ha sido derrotada, y la humanidad entera tiene ahora una nueva esperanza.
En siete días, pasamos del júbilo a la traición, del dolor a la espera… y de la muerte a la vida. Así actúa Dios: en el tiempo justo, transforma lo imposible en milagro. Esta semana nos recuerda que nunca es tarde para que algo nuevo nazca, que en una sola semana, con Dios, todo puede cambiar.
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