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sábado, 10 de junio de 2023

«Entonces yo no rezaba nunca el Rosario…»

En el santuario mariano de Schoenstatt Mont Sion Gikungu, en Burundi, los peregrinos de diferentes rincones de la capital Bujumbura o de diócesis vecinas o incluso lejanas llegan y llenan el pequeño santuario de la Madre Tres Veces Admirable. En este santuario se obtienen muchas gracias y bendiciones, incluso curaciones. Este testimonio nos lo dio la Sra. Lyse Frances Gakima. Es un testimonio de sanación, gracias a la confianza en la Virgen María. Nos dice:


«Daré testimonio de cómo la Virgen María obtuvo mi curación de una enfermedad crónica que me dejó completamente debilitada desde muy joven: ¡una especie de resfriado que nunca cesaba! Cuando estaba en crisis, tenía fuertes dolores de cabeza y me limpiaba la nariz cada tres minutos y estaba tan débil que no podía ir a la escuela. Había probado todos los medicamentos que me recetaron los médicos, pero sin ningún efecto. Esto me impidió evolucionar tanto en la vida social como académica. Pasaba casi todas las semanas en cama. ¡Ningún médico había podido encontrar una cura para mi enfermedad!

Un día, un amigo me dijo que la única oportunidad para mí era recurrir a la Virgen María en el santuario mariano de Schoenstatt Mont Sion Gikungu. Me preguntaba cómo iba a hablarle a la Virgen María si nunca había rezado el Rosario. Poco a poco aprendí a rezarle y comencé a frecuentar el santuario, pidiéndole que intercediera por mí. Durante los primeros dos meses de mi rezo del Rosario, el frío se fue espaciando y después de tres meses de esta oración, ¡el frío desapareció hasta hoy! Estoy completamente curada.

Por eso quiero agradecer desde el fondo de mi corazón a la Virgen María y especialmente a su Hijo Jesucristo por haberme dado la alegría y la felicidad de gozar hoy de buena salud y, como decimos en Kirundi: “Uwushimye aba yongeje” (literalmente significa, “quien dice ‘gracias’, pide más”)».

Cabe señalar que a partir de ese momento, Lyse Frances se convirtió en la niña mimada de María. Es raro que pase un día sin que ella venga a saludar a la Madre de Dios que la curó de ese terrible resfriado.

Testimonio recogido por Diomède Mujojoma, escritor.

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