Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 18 de marzo de 2022

Dar fruto en Aquel que lo ha dado en la plenitud de los tiempos

 


“Mi amado es un racimo de uvas de Chipre, en la viña de En-Gaddi” ... Este racimo divino se cubre de flores antes de su Pasión y derrama su vino en la Pasión... Sobre la vid, el racimo no presenta siempre la misma forma, cambia según el tiempo: florece, aumenta de volumen, crece, y cuando está completamente maduro, se transforma en vino. La vid promete por su fruto: no está todavía madura para poder dar vino, pero espera que llegue el tiempo de su plenitud. Sin embargo, no es del todo incapaz de alegrarnos. En efecto, antes del gusto, nos goza con su aroma esperando los bienes que dará, y seduce el sentido del alma con los perfumes de la esperanza. Porque la firme certeza de la gracia esperada es ya gozo para los que esperan con constancia. Es asimismo para la uva de Chipre, pues promete dar buen vino ya antes de serlo: a través de su flor –su flor es la esperanza- nos asegura la gracia futura...
Aquel cuya voluntad coincide con la del Señor, porque “la medita día y noche”, llega a ser “un árbol plantado junto a la corriente que da fruto en su sazón y su hoja no se marchita” (Sl 1, 1-3). Por eso la viña del Esposo que ha dado su fruto en la tierra fértil de Gaddi, es decir, en el fondo del alma, que es regada y enriquecida por las enseñanzas divinas, produce este racimo florido y desarrollado en el cual puede contemplar a su propio jardinero y a su viñador. ¡Dichosa esa tierra cultivada cuya flor reproduce la belleza del Esposo! Puesto que éste es la luz verdadera, el verdadero camino y la verdadera justicia... y muchas otras virtudes, si alguien, por sus obras, llega a ser semejante al Esposo cuando mira al racimo de su propia conciencia y ve en ella al mismo Esposo, porque refleja la luz de la verdad en una vida luminosa y sin mancha. Por eso esta viña fecunda dice: “Mi racimo florece y brota” (cf Ct 7,13). El mismo Esposo en persona es este verdadero racimo que se presenta atado al madero, del que la sangre sale como verdadera bebida de salvación para los que se gozan en su salvación.
 
San Gregorio de Nisa (c. 335-395)
monje, obispo
Homilía nº 3 sobre el Cantar de los Cantares
 

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