Te saludo, oh María,
esperanza de los cristianos.
Acepta la súplica de un pecador que te ama tiernamente,
que te ama entrañablemente,
te honra y pone en ti toda esperanza de salvación.
Gracias a ti tengo vida.
Me conduces de nuevo a la gracia de tu Hijo
y eres la prenda segura de mi salvación.
Te suplico que me liberes de la carga de mis pecados,
destruye la oscuridad de mi mente,
destierra las ataduras terrenales de mi corazón,
reprime las tentaciones de mis enemigos, y guía mi vida,
para que pueda alcanzar por tu medio y bajo tu guía,
a la felicidad eterna del Paraíso.
Así sea.
San Juan Damasceno
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