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viernes, 21 de febrero de 2025

LA TRANSUBSTANCIACIÓN: MISTERIO QUE TRANSFORMA

 ¿Sueles detenerte a analizar el milagro de cada Misa? 
La transubstanciación no es una doctrina, sino el acto por el que Cristo mismo se nos da como regalo divino, y nos une al Cielo. 
Veamos en qué consiste:
 

Todo comienza en el Evangelio.

Jesús dice: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo” (Jn 6,51)
La frase generó escándalo, pero Él continuó: “Mi carne es verdadera comida, mi sangre verdadera bebida”. (Jn 6,55)
 
 
 En la Última Cena, Jesús toma el pan y dice "Esto ES mi Cuerpo" (Mt 26,26-28;Mc 14,22-24;Lc 22,19-20).
 
San Pablo confirma lo real de la expresión:
 
El que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente se hace culpable de profanar el Cuerpo y la Sangre del Señor (1Cor 11,27)
 
 San Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia no tan citado, decía: “Cristo, al transformar el pan y el vino en su cuerpo y sangre, nos hace partícipes de su naturaleza divina” (Cf. Comentario al Evangelio de Juan).

No es pura memoria: sino una unión real con Él.
 
 San Efrén el Sirio (s. IV) escribe en sus Himnos: “El fuego del Espíritu desciende y convierte el pan en el Cuerpo del Verbo”.

Para este santo, la transubstanciación es un Misterio vivo, no una idea abstracta, y así nos invita a maravillarnos.
 
 Santo Tomás de Aquino lo explica magistralmente en la Suma Teológica (III, q.75):

La sustancia del pan y el vino se convierte TOTALMENTE en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, mientras los accidentes (apariencia, sabor) permanecen por el poder de Dios, que trasciende la naturaleza.
 
 "No es el hombre quien hace esto, sino Cristo, que lo instituyó".

Así, cada Misa es vivir el Misterio Pascual, un milagro de amor. Recibir la Eucaristía es tocar lo eterno.

¿No es eso motivo de orgullo para todo católico?
 
 Además agrega:
El Concilio de Trento (1551) lo afirma también con claridad:

“Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de TODA la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo; y del vino en su Sangre” (Sesión XIII, canon 1).
 
 
El Catecismo lo reafirma: “Cristo Jesús está presente de manera verdadera, real y sustancial” (n. 1374).

No es un símbolo, no es una metáfora. Es Él, entero y vivo, en cada hostia consagrada. ¡Qué privilegio tenemos como Iglesia!
 
 Por eso, al comulgar, nos hacemos uno con Cristo realmente. Y perfeccionamos el ser miembros de su Cuerpo.

Como diría San Juan Crisóstomo:

"La transubstanciación nos recuerda quiénes somos: hijos amados, redimidos, llamados a la santidad".

Vivamos este Misterio con coherencia.
 
 Así que, estimado hermano católico, la próxima vez que te arrodilles ante el Santísimo o recibas la Comunión, siente el orgullo de formar parte de esta unión con el mismo Cristo que caminó en Galilea, que murió por ti y se entrega hoy por amor.

Gracias por leer. Dios sea contigo
 
 Andrés Piña

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