Madre mía hermosa, que estás en el Cielo, haz que a tu Jesús no ofenda jamás; por tanto no permitas que me separe nunca de la Divina Voluntad.
Reina del Divino Querer, tómame en tu regazo materno y enséñame a vivir sólo de Voluntad Divina.
Reina Soberana, viviendo en la Divina Voluntad te pido para mí y para todos tu santa bendición descienda ésta como celestial rocío sobre los pecadores y los convierta, sobre los afligidos y los consuele, sobre el mundo entero y lo transforme al bien, sobre las almas del Purgatorio y extinga en ellas el fuego que las quema. Tu bendición materna sea prenda de eterna salvación para todas las almas.
Así sea.
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