Hay veces en que Dios habla claro. Muy claro. Y sin embargo… no queremos oírlo.
1. El alma que se cierra a la voluntad de Dios acaba construyéndose una religión a su medida: elige lo que le gusta, ignora lo que le incomoda, y se convence de que eso es discernimiento. Pero no es fe: es obstinación con barniz espiritual.
2. Dios no deja de llamar. A veces lo hace con ternura, a veces con sacudidas. Pero lo cierto es que habla. Una enfermedad, una palabra de alguien, una situación inesperada… todo puede convertirse en llamada. Pero hay que estar dispuesto a cambiar.
3. El mayor peligro es cuando uno se convence de que tiene discernimiento, cuando en realidad lo que tiene es miedo o soberbia. Se vuelve inmune a toda corrección, selectivo con la verdad y duro con quien le quiere bien.
4. Si alguien te dice algo y te incomoda, lo más probable es que venga de Dios. Porque el demonio siempre quiere que te quedes como estás… y para eso, siempre te dará la razón.
5. El verdadero discernimiento es humilde, escucha, se deja interpelar. No reacciona con soberbia ni con distancia. No desprecia las voces que vienen de fuera, especialmente cuando vienen de personas que oran y te aman.
6. A veces, quien más nos quiere es quien más nos incomoda. Pero ese puede ser precisamente el instrumento de Dios. Quien solo escucha lo que quiere oír, acaba rodeado de aduladores y alejado de la Verdad.
7. Lo más triste es ver a personas que un día estuvieron abiertas a Dios, y que ahora lo han sustituido por sus planes, sus costumbres o su propio juicio. Creen que siguen caminando, pero hace mucho que están quietos.
8. Dios sigue esperando. Aunque cerremos los oídos, aunque repitamos excusas, aunque rechacemos a quienes nos lo recuerdan, Él no se cansa de llamarnos. Pero llegará un momento en que quizás ya no haya más tiempo que perder.
9. Por eso, si algo te incomoda, si alguien te dice algo que te remueve… no huyas. Pide luz. Pide verdad. Acepta que puedes estar equivocado. Porque a veces, la voluntad de Dios no es lo que esperas… pero sí lo que necesitas.
10. Y recuerda: no hay mayor libertad que decirle al Señor con el corazón abierto: “Hágase tu voluntad y no la mía”. Aunque duela. Aunque me cambie los planes. Aunque me saque de la zona de confort.
Ahí empieza de verdad el camino del discípulo.
Fuente: https://x.com/SacerdosMariae
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