Tú has venido, oh Señor, a revelar a tu Padre como Padre de todos, un
Padre que no alberga resentimientos o deseos de venganza, un Padre que se
preocupa por cada uno de sus hijos con un amor infinito y que no vacila en invitarlos
a su casa. Sin embargo, hoy no da la impresión de que nuestro mundo conozca a
tu Padre. Nuestras naciones están laceradas por el caos, por el odio, por la
violencia, por la guerra. La muerte domina en muchos lugares.
Oh Señor, no olvides el mundo al que viniste a salvar a tu pueblo; no vuelvas la espalda a tus hijos, que desean vivir en armonía, pero se sienten asaltados de continuo por el miedo, la rabia, la codicia, la violencia, la avidez; por la sospecha, por los celos y por la sed de poder. Trae tu paz a este mundo, una paz que no podemos conseguir nosotros solos. Despierta la conciencia de todos los pueblos y de sus jefes; haz surgir hombres y mujeres llenos de amor y generosidad, que puedan hablar y actuar en favor de la paz, y muéstranos nuevos modos para que el odio sea olvidado, para que puedan a volver a sanar las heridas y pueda ser restablecida la humanidad. Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Amén
Oh Señor, no olvides el mundo al que viniste a salvar a tu pueblo; no vuelvas la espalda a tus hijos, que desean vivir en armonía, pero se sienten asaltados de continuo por el miedo, la rabia, la codicia, la violencia, la avidez; por la sospecha, por los celos y por la sed de poder. Trae tu paz a este mundo, una paz que no podemos conseguir nosotros solos. Despierta la conciencia de todos los pueblos y de sus jefes; haz surgir hombres y mujeres llenos de amor y generosidad, que puedan hablar y actuar en favor de la paz, y muéstranos nuevos modos para que el odio sea olvidado, para que puedan a volver a sanar las heridas y pueda ser restablecida la humanidad. Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Amén
(H. J. Nouwen,
Preghiere dal silenzio, Brescia 2000, pp. 54ss).
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