Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. http://la-oracion.com

lunes, 1 de agosto de 2016

El don de la esperanza

Saber esperar contra toda esperanza no es solamente un don supremo, excepcional, sino también una virtud.
Esperar con ansias lo que se desea, sin la debida paciencia que requiere la actitud de la espera, es una esperanza que demuestra la poca grandeza espiritual del que espera.

¡Cuántas personas fracasan por no saber esperar la realización de su deseo! Esperamos el alivio de un dolor corporal o de una pena moral que nos atormenta. Esperamos la respuesta favorable de algún asunto que tenemos pendiente. Esperamos que nuestra posición económica se resuelva.

Espera el sembrador una cosecha abundante que, mediante la lluvia, llegue a su tiempo. Espera el estudiante la feliz culminación de sus estudios para adquirir la posición económica y social que siempre había soñado. Espera el encarcelado su libertad para recuperar su vida normal y retomar sus actividades y sus relaciones afectivas.

Espera el constructor, al poner la primera piedra de su obra, ver terminada su construcción apenas comenzada. Espera con paciencia el pescador cuando lanza al agua el anzuelo, porque si se impacientara y lo turbara la ansiedad, no pescaría nada.

Espera la madre el nacimiento de su hijo, para poder contemplarlo y amarlo. Espera el niño llegar a ser joven para sentirse fuerte. Espera el joven llegar a tener la experiencia del adulto y así estar más preparado para enfrentar la vida. Espera el pobre salir de su pobreza para vivir más dignamente.

Y uno y otro, y todos, esperamos ser más y llegar a alguna meta.
Después de la tormenta esperamos el sol; después de la noche esperamos las primeras luces del día; en los días de enfermedad esperamos que pronto podamos recuperar la salud y las fuerzas.

Después de la ausencia se espera la llegada y el retorno feliz.
Después del frío de la lejanía, esperamos el cálido abrazo.
Esperar... saber esperar... no es fácil, pero es necesario.

Y, más allá de todas estas esperanzas, todos estamos invitados a esperar la venida del Señor, la realización definitiva de su Reino de justicia, verdad, amor y paz.
Y esa esperanza no debe ser una esperanza pasiva; debe hacernos trabajar y poner los medios, para que la esperanza se convierta en hermosa realidad.

 


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